¿Por qué se muerde las uñas?
Se calcula que aproximadamente entre el 40 y el 45 por ciento de los menores de edad se muerden las uñas; la mayoría superan esta costumbre con la edad, pero un 10 por ciento continúa mordiéndoselas de adulto. Este hábito puede estar relacionado con varias causas. La tensión psíquica, causada por el miedo, el nerviosismo, la ansiedad y el esfuerzo mental o físico excesivo, por la sensación de que los demás lo rechazan o por otros problemas. Morderse las uñas es una válvula de escape: de este modo, el niño relaja sus tensiones internas. Ahora bien, en muchos casos se convierte en hábito y el niño sigue mordiéndose las uñas incluso cuando los problemas ya se ha resuelto. Morderse las uñas también puede ser, sencillamente, una costumbre en los momentos de aburrimiento o de intensa actividad mental, por eso, para tratarlo adecuadamente, lo primero es saber qué lo provoca.
La onicofagia, como se conoce profesionalmente a esta manía, es un hábito nervioso igual que lo son chuparse el pulgar, meterse el dedo en la nariz o enroscarse el pelo. Se trata de un hábito que la persona realiza de manera inconsciente, de ahí la dificultad que los padres observan para que sus hijos dejen de morderse las uñas, incluso cuando el niño se muestra colaborador. Pero si conseguimos definir la causa, será mucho más fácil eliminar el hábito.
Mediante la atenta observación del niño, el análisis de la situación familiar y la consiguiente charla con el niño, podremos decidir si la costumbre de morderse las uñas es o no síntoma de tensión psíquica. Si la cuestión no está clara, habrá que acudir al psicólogo.
Debemos controlar nuestra propia conducta en lo que se refiere a nuestra relación con el niño: ¿no estaremos exigiéndole demasiado?, ¿tiene suficientes ocasiones de expresar sus sentimientos? ¿somos buenos oyentes y lo tomamos en serio?, ¿sus reacciones revelan nerviosismo? ¿somos pacientes?.
Se trate de una manera de focalizar la ansiedad. Por eso, también es importante saber si el niño tiende a sentirse angustiado o está pasando por una etapa estresante para él –exámenes, el nacimiento de un hermano, problemas familiares–. Podemos ayudar a nuestro hijo a superar esa ansiedad, bien aceptando positivamente la nueva situación, o bien fortaleciendo su autoestima cuando la angustia se deba a timidez o vergüenza. Las técnicas de relajación pueden ser beneficiosas para disminuir el estrés.
Es una manía asociada a una actividad concreta. Por ejemplo, mientras ve la televisión; con el tiempo termina produciéndose una asociación que hace que siempre que vea la televisión automáticamente se muerda las uñas. Lo mejor, en este caso, es que el niño sea consciente de aquellos momentos en que se muerde las uñas y aplique una conducta incompatible siempre que esté en esa situación. Por ejemplo, manipular algún pequeño objeto o entrelazar los dedos de las manos.
Por imitación de alguno de sus padres. Hay que tratar de no realizar esta conducta delante del niño, especialmente cuando este es muy pequeño. No obstante, como se trata de un acto inconsciente y tu hijo te verá más de una vez, es bueno explicarle que aunque tú lo hagas, se trata de un mal hábito que también te gustaría corregir.
Más fácil con tu ayuda
Debemos explicarle que le perjudica. Se hace daño, provoca heridas e infecciones en los dedos, los dientes incisivos se desgastan, da mala imagen… Lógicamente, hay que adaptar la explicación a la edad del pequeño. Para un niño muy pequeño puede ser más efectivo hacerle ver que así no puede despegar las pegatinas de sus cuentos, mientras que para un preadolescente la cuestión social será más relevante. Debemos mostrar comprensión, reconocer que no es fácil.
Hacer que se dé cuenta. Debemos alertarle cuando esté haciéndolo para que sea consciente, no como reproche. Para facilitar esta tarea podemos hacer un juego: acordar con él una señal secreta (una palmada, un chasquido de los dedos, lo que él prefiera) que le indique que debe retirar inmediatamente la mano de la boca, sin necesidad de recurrir a la habitual recomendación. Cuando el niño obedezca la señal, se le recompensará con un “¡BRAVO!”.
Felicítale por sus avances. Por el contrario, el castigo o la burla aumentan el problema ya que favorecen la ansiedad.
Si el niño es inseguro, si se pone nervioso con facilidad, lo más conveniente será llevar un cuaderno de buenas notas en el que todos los días escribamos algo positivo y cariñoso sobre él y se lo leamos por la noche.
Los niños muy nerviosos necesitarán algunos ejercicios de relajación.
Seguro que a nuestro hijo le gusta que le pintemos en los dedos con un rotulador o pintura no tóxica una cara sonriente contenta por no haberse mordido las uñas.
También podemos probar a ponerle una tirita o un trozo de esparadrapo con algún dibujo, que envuelva sus dedos. Al ser desagradable al tacto, es más fácil que no se los chupe.
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